Cuando el viaje llega a su final

Una parte central del coaching o del método que ofrecemos en MAP es, tal como varios artículos de este blog subrayan, la Exploración consciente del interior: entrar de manera consciente en la parte atemporal, no racional, simbólica, de la persona y llegar al origen: entender que el actuar, hablar y pensar no están alineados con lo que la más profunda intimidad está percibiendo y viviendo.

Giuseppe, joven farmacéutico de raíces italianas (lo subrayamos porque su texto respira el arte de la luce), se atreve a hacer el paso hacia su íntimo yo profundo. Al empezar su coaching, su formación científica le llevaba a poner en duda la eficacia de este método y el modo de proceder.

De una manera puntillista e intuitiva describe el cambio que ha vivido en una de sus exploraciones conscientes de su interior. ¿En qué consiste este cambio?: en sentirse más nítido y claro.

¿Qué hay en el interior de la persona que le mueve a emprender semejante aventura? Lo que percibimos externamente en (bastantes) ocasiones no sabemos su origen; sin conocerlo, se gestiona dando palos de ciego que llevan a resultados ineficaces, costos, cansinos ….

Cuando el viaje llega a su final, esta voz íntima, ahora ya amiga que me ha guiado en esta inolvidable e inesperada experiencia, invita a que entre una cálida y acogedora luz que de pronto llena todo el espacio.  

Una luz intensa, de color anaranjado que tanto recuerda a los tranquilos y silenciosos domingos familiares; mientras observaba como la puesta de sol marcaba unas sombras más largas de tu familia y de tu niñez.  

Sin embargo, enseguida me doy cuenta de cómo esa luz, que ahora me envuelve, es algo distinta de la que sombreaba mi pasado. Esa luz es ahora más ligera, más clara.  

La puedo ver igual o mejor que si tuviera los ojos abiertos; y la percibo con el tacto en todo mi cuerpo, mientras me asombro de como algo tan cerca de mi puede tener una energía en perfecta armonía con lo que soy ahí, justo en aquel momento.   

También percibo que algo ha cambiado en mí. Me siento más ligero; tanto, que voy liberándome y dejo de tener miedo a ser. En pocos instantes, la luz clara y ligera, que me hace hasta volar, llena todo el espacio hasta cubrir el más recóndito rincón que he podido ver. Engullido, sólo queda ella y no queda horizonte a separar. 

Este solitario, pero cómodo, silencio se rompe cuando se me invita a abrir los ojos; los mismos que a lo largo de este camino percibía extremadamente pesados y hundidos, con los párpados imposibles de abrir.  

Me levanto y me doy cuenta que las piernas están muy pesadas, muy cansadas; una sensación que dura poco tiempo. Casi, me siento mareado por lo vivido y salgo fuera.  

Las puertas se abren, respiras, estoy solo conmigo mismo y pienso, pienso que soy yo. Y respiro más. Miro la calle y los coches pasar, los pisos de enfrente, la gente pasear, los colores … Me doy cuenta de cómo, ahora, todo el mundo y lo que me rodea es más nítido, de que estoy tocando con los pies en la tierra y de que vivo rodeado de cosas, de gente, de todo. Ahí, ese momento, es algo maravilloso.  

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