Recientemente hice una reseña para la Revista Española de Pedagogía sobre un ensayo titulado Corazón Educador de Jaume Camps, antiguo profesor catedrático que tuve en la universidad.
El libro pone en evidencia que detrás de muchos educadores encontramos algo inmaterial, un intangible al que se suele llamar vocación. Esta, es definida y percibida por el testimonio de muchos maestros y maestras a lo largo del tiempo: lo que confiere plenitud, que les invade por dentro; que otorga una sintonía y conexión con los alumnos haciéndoles descubrir sus necesidades.
Sorprendentemente, los maestros vocacionales, sin previo estudio o cálculo, a menudo se muestran capaces de dar respuesta inmediata y acertada aún en las situaciones más complejas y confusas. Este conocimiento va de mano con el amor pedagógico: cuando uno quiere el bien del otro es capaz de dar lo que le conviene para hacerlo crecer.
Todo ello, leído con gafas de MAP -desde la perspectiva de la existencia del interior-, evidencia ese interior capaz de amar y de dar respuesta inmediata, acertada, a cualquier situación humana; que permite mirar a los ojos y descubrir el fondo de la persona.
Muchas veces se experimenta, según testigos del libro, como si hubiera una guía imaginaria que fuera marcando el camino a seguir. Sin saber muy bien cómo, la guía les da resultados: una intuición que aparece de repente, completa, inesperadamente… fuera de todo control. Surge justo cuando no está presente la razón, el cálculo; ninguna reflexión o estudio previo.
Este conocimiento interior no se estudia en el plan de formación universitario, pero trasluce y preexiste incluso antes de la misma elección profesional.
Desde la singularidad irrepetible personal, hay que atender el corazón desde el corazón (el interior desde el interior de la persona) sólo éste es el camino efectivo hacia el crecimiento armónico (que permite encajar el exterior con el interior de la persona).