Decimos que la nuestra, es la sociedad de la prisa: todos corremos, no hay tiempo para nada.
La mayoría de veces sin saber muy bien a dónde y sin detenernos a analizar si eso, que tenemos que hacer ¡ya!, es realmente importante.
Es curioso, porque hoy, más que nunca, lo tenemos casi todo a golpe de un click : el mando a distancia, compras online, consultas de lo que sea, itinerarios, citas, etc.
Y cuando todo es más rápido que nunca, resulta que vamos sin tiempo para nada, presionado/as por el reloj.
Qué imagen la de nuestro/as abuelo/as sentado/as en el porche de la casa al atardecer. Algo como implanteable actualmente. ¡Y lo hacian a diario!
Para las generaciones jóvenes, un audio que dure 1 minuto es eterno. Menos mal, dicen, que existe la opción de “graduar la velocidad”. Menos mal que existe la opción de “saltar anuncio”.
Y así vamos, saltando de un sitio a otro, sin ver ni percibir qué pasa entretanto.
¿Es verdad que nos falta tiempo?
El tema del tiempo es curioso, diría que un misterio.
24 horas para todos y para todas. Sin importar la cultura, nación, edad, estado social, nivel adquisitivo, etc.
Lo que se dice actualmente: 24/7. Para el pobre y el rico, el anciano y el niño, el sedentario y el atleta.
El tiempo, junto al cuerpo, es quien determina que estamos aquí.
Disponemos de tiempo, mientras estamos vivo/as. Es una verdad evidente, pero a veces se nos olvida.
Sabemos cuanto tiempo ha pasado, pero no sabemos cuanto tiempo nos queda.
Estamos muy ocupado/as, y sin embargo, tenemos de fondo la sensación de no sentirnos lleno/as, bien, satisfecho/as.
¿Qué hay detrás?
Como siempre digo: para acertar, hay que personalizar.
Cada persona somos única, y como tal, hay que atender lo que sucede.
Pero sí que se pueden dar unas pinceladas comunes, a partir de las cuales, cada uno/a pueda personalizar.
El tiempo es algo que no podemos controlar.
Pasa y pasa y sigue pasando. El tic-tac no se detiene. Da igual lo que estemos haciendo, porque el tiempo sigue rodando. Es algo que se ha activado hasta que llegue el momento de pararse, y no sabemos cuando es; por lo que excede al control personal.
Sabemos que hay un final: llegará el momento en el que el alma se separará del cuerpo.
Y mientras tanto, ¿vale la pena ir dando tumbos por la vida, con la sensación de que la botella de la vida está más “medio vacia que medio llena”? ¿De verdad queremos vivir de forma que todo pase lo más rápido posible? ¿No sería mejor ver cómo dejar de lamentarnos e invertir la botella: “que esté más llena que vacía”?.
La vida está para disfrutarla.
No somos las circunstancias. Cada uno/a tenemos el poder de elegir cómo vivirlas.
“ No puedes elegir si el día está nublado o despejado, pero sí puedes elegir entre sufrirlo o disfrutarlo”.
¿Qué podemos hacer para transformar la sensación de vacío interno a plenitud?
¿Qué podemos hacer para transformar la sensación de prisa a calma?
¿Qué podemos hacer para transformar la sensación de vivir sin sentido a encontrar un “para qué”?
Lo primero sería tomar conciencia de la existencia de esos dos mundos, como dos dimensiones, que cada uno/a poseemos:
- la del mundo exterior: esas realidades que estamos acostumbrados a ver y que conocemos, en las que la razón es la protagonista; en la que podemos tocar, oler, ver, gustar…
- Y la del mundo interior: esas realidades que también existen, pero no se pueden tocar, ni ver ni oir ni paladear. Estas realidades son determinantes. Cuantas veces la tristeza ofusca el mejor paisaje o la inseguridad la mejor oportunidad.
Invertir en descubrir el mundo interior personal es una buena inversión.
Cuando estamos bien por dentro, estamos bien por fuera.
A medida que vamos descubriendo el mundo interior propio, nos sorprendemos gratamente de su belleza, sabiduría, abundancia.
Es un camino que vale la pena emprender. Es un camino que nos lleva de la mano a una felicidad interna, que se manifiesta en un bienestar externo.
Por lo que vale la pena estar dispuesto a invertir, que no es gastar, en el conocimiento del mundo interior propio.
Invertir en cada uno/a.
¡Cuántas veces no estamos dispuestos a invertir tiempo, porque creemos que lo estamos perdiendo!.
- No dedicamos un tiempo en descansar, porque sino no nos dará tiempo de hacer todo. Pero, hacer todo sumando cansancio, ¿nos lleva a estar bien? No invertimos en descanso, y nos gastamos en cansancio.
- No dedicamos un tiempo a analizar y a averiguar cual puede ser la vocación profesional, porque no tenemos tiempo. Y nos dirigimos hacia el vacio. Con sus consecuencias. Perdemos tanto tiempo, por no haberlo invertido antes.
- No dedicamos un tiempo en saber porqué nos encuentramos mal, tantas veces por ignorancia o temor a encontrarnos con algo interno que debamos cambiar. Y los dias, semanas, meses, años, van pasando. Por no invertir tiempo en averiguar qué produce ese malestar. Cómo cortarlo desde raiz. Al igual que cuando caminamos con una piedra en el zapato y seguimos, seguimos, hasta que nos hace herida. ¿No hubiera sido más práctico parar cuanto antes y sacarla desde un principio? Se habría podido caminar tranquilo, disfrutando del paisaje. Invertir tiempo en descubrir qué me produce malestar y ver cómo solucionarlo, da como resultado un mayor bienestar.
- No dedicamos un tiempo en cocinar algo que nos va a sentar bien y nos aporta energía por temor a perder ese tiempo, cuando en realidad lo estaríamos invirtiendo en nuestra salud.
- No dedicamos un tiempo en estar un rato con nuestro hijo, porque no tenemos tiempo, y al cabo de no tanto, nos damos cuenta de que nos hemos perdido la infancia de nuestro hijo, uno de los regalos más grandes que hay.
- No dedicamos tiempo en organizar bien el día porque tenemos mucho que hacer, y no queremos perder tiempo. Y el día acaba en luz roja, por el stress vivido.
- No dedicamos tiempo en ordenar el armario, pero perdemos tanto tiempo y energía buscando ese jersey que no sabemos donde está. Si invertimos en ordenarlo, ganaremos tiempo y tranquilidad.
Y así podríamos seguir.
Cuando invertimos en el mundo interior y en el exterior, las cosas van mejor.
Si queremos estar bien, vivir bien, tener la sensación de que nuestras manos están más llenas que vacias, es necesario parar. Parar, porque el tiempo sigue avanzando.
Parar, porque somos, cada uno/a, algo que realmente vale la pena y merecemos vivir bien.
Invertir tiempo en cada uno/a es necesario. Porque sino el tiempo se pierde.
“ Lo único que realmente nos pertenece es el tiempo. Incluso aquel que nada tiene, lo posee” (Baltasar Gracián)
¡APROVECHÉMOSLO! ¡INVIRTÁMOSLO BIEN!